Celebrar sin que importe qué

Alejandro Asensio

9 de junio de 2024



Celebrar sin que importe qué

El filial del Almería zarandea las dormidas emociones de la afición


Cantón, que crece a pasos agigantados, celebra su gol en La Victoria
Foto: udalmeriasad.com


El Almería B hizo la machada y enmudeció un estadio de La Victoria que presentaba una entrada más que admirable para la quinta categoría del fútbol español. Diez millares de jienenses y una centena de almerienses colorearon la tarde del sábado 8 de junio en la semifinal de las eliminatorias de ascenso a Segunda RFEF. Ya nos hemos acostumbrados a aquello de que el Almería nunca está solo. Da igual el lugar, siempre hay rojiblancos en las gradas. No importa la clasificación ni el castigo emocional de la afición. Lo sorprendente del caso es que esto también suceda con el filial en juego, que haya personas organizando un viaje para acompañar a los chavales de la cantera. Sorprendente y síntoma inequívoco de que aquellas semillas de principio de siglo ya germinaron hace tiempo, dieron sus primeros frutos y ahora regalan cosechas abundantes. 

Más de 3.000 personas visualizaban el partido en el canal oficial de Twitch de la Unión Deportiva Almería envueltos en la voz de Javielón Gálvez, hábil en la narración como en la animación del Power Horse esta temporada infausta. Poco se habla del mérito que tiene ser capaz de levantar a una afición que ha estado más de un año sin ver ganar a los suyos.  Habrá quien piense, como así me manifestaron en algún mensaje al móvil, que es poca cosa, que estábamos viendo a un filial luchando por subir a la cuarta categoría del fútbol español. Sí, es innegable, pero; ¿qué importa? Alcanzar la felicidad, saborear alegrías, es un acto totalmente subjetivo y, aquel que lo logra, disfruta de pequeñas victorias personales. 

Hemos vivido unas semanas complicadas. La consumación del descenso a Segunda del primer equipo, el desencanto, las decepciones con futbolistas llamados a ser mucho más de lo que fueron… Si a todo esto le sumamos lo de la semanita de la final de Liga de Campeones, con hordas de abducidos convirtiendo en insoportable la actualidad deportiva para todos aquellos que no hemos sido captados por el rodillo mediático y que pensamos en celebrar lo propio y no lo ajeno, en defender lo cercano y no lo lejano, el trago fue aun más amargo. Es por ello que el anuncio del regreso de Rubi al banquillo almeriense y la lucha del filial por escalar una categoría se han convertido en dos inesperados salvavidas en medio de un mar oscuro. Agarrados a este salvavidas rojiblanco, tomamos aire con una fuerza renovada. 

No importa el qué, el caso es celebrar. Cada acontecimiento nos deja marca y nos prepara para algo que muchas veces no sabemos. Son enseñanzas. Es un bagaje de vida. Como aficionados, formando parte de un todo cada vez más numeroso y que parece tener vida propia como conjunto global de entes independientes, también cambiamos con las alegrías y las penas. Hemos aprendido. Caer, y ahí tenemos ejemplos en aficiones de otros lares, puede hacernos si cabe más fuertes. Podemos hablar de colores, de tradiciones. Me agarro a este filial y a los cadetes del Almería que, tras disputar un torneo en Marruecos hace unos días, cantaron con orgullo el himno junto a sus familias. Pasitos adelante. Porque, llegados a este punto, con generaciones nacidas en un Almería presente y con otras que hemos crecido convencidos de ser quien y lo que somos, nos queda protegernos de los disgustos alimentando algo que nadie nos podrá quitar; ser sin importar dónde. Porque el equipo podrá ganar o perder pero nadie nos arrebatará la alegría de cantar el himno, de lucir nuestra camiseta con orgullo o de disfrutar de una previa de partido con los amigos. Almeriensismo. 

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