A los problemas; soluciones



Las moscas, seres cuyo objetivo parece ser el de importunar justo cuando menos deben hacerlo. En mi colegio de Instinción, tenemos la suerte de contar con aparato de aire acondicionado, algo inusual por completo en una tierra, Almería, donde las temperaturas suben lo suficiente entre los meses de mayo y septiembre como para sudar la gota gorda. Es algo comparable a los centros de zonas frías, equipados para las bajas temperaturas. Es incomprensible que a los que sufrimos el calor se nos trate de un modo diferencial.


Volviendo a la historia que nos ocupa, para prodigar con el ejemplo y hacer de la `vida eco´ un estilo de vida, decidimos apagar el aire y utilizar el fresco que nos proporcionaba la mañana. Resultado; varias moscas y alguna avispa decidieron unirse a la sesión, y no para aprender Mates o Lengua.

Pronto, todos comenzamos las gesticulaciones exageradas para tratar de librarnos de estos molestos insectos que parecen disfrutar con nuestro enfado. Teníamos un problema, había que buscar una solución. Pensé `quizá no es el mejor ejemplo para los niños y liarme a libretazos con el objetivo de matar las moscas´, por lo que busqué un remedio más liviano.

Ahí, junto a mí, varios vasos de plástico, imagino que restos de la fiesta de fin de curso, me dieron la idea. Atraparía las moscas para, después, liberarlas. Y tuvo su efecto. Los bichos dejaron de molestarnos y los niños se quedaron contentos ante la liberación de un ser vivo. Ellos, todavía, valoran el respeto a la vida. Es ahí donde está el ejemplo. Es ahí donde radican los valores. 

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